Hace once años empezaba una formación que determinaría mi camino como diseñador. Lo bonito es que (y eso poca gente lo sabe) me estuve preparando dos años para presentarme (creo que esto Javier no lo sabe). Me preparaba por eso de no sentirme preparado para hacerlo. Dos años.
El programa Vostok lo conocí gracias a Sergio Alvarez Leiva, ex alumno del programa (y hoy mentor, socio y amigo). Fue quien allá por el dos mil diez me recomendó presentarme para completar mi formación. Sí, completar. El Vostok era algo distinto. Algo sin diploma, ni ficha de asistencia, ni tan si quiera una web con testimonios de ex alumnos. Era un sello, un sello que se susurraba en los rincones donde el diseño importaba ¿hoy dónde están esos rincones?¿se han perdido?
Recuerdo con cariño los viernes que pasábamos en el estudio de Javier. Porque las clases se impartían los viernes por tarde. En una casita bien apañada, llena de pequeños detalles pero ninguno al azar. Cómodas, sillas, sofás. Objetos de diseño, todo con una historia que contar referente a la estética y la moral.
Pasábamos tardes influenciados por Adolf Loos, profundizando sobre la idea de ornamento (aun lo recuerdo como si fuera ayer). El post Vostok (es decir, las pintas en el irlandés que estaba subiendo el paseo de la chopera cerquita del estudio) un grupo de chavales discutían sobre el concepto de “Ornamento y Delito”. Creo que nos volvimos hooligans de esa idea. Agresivos diseñadores que ejercían su rebeldía quitando elementos sobrantes. Separando aquellos que vivían el diseño como oficio, y elevando la práctica hacía la maestría, siendo artesanos, ingenieros y pensadores. Chavales que quitaban y no ponían. Quitaban.
Así nos veíamos allá por el dos mil trece. Discutíamos si eso del “Flat design” era una consecuencia lógica de la evolución del diseño, donde el diseño digital avanzaba sofisticándose sin la necesidad de evocar madera para hacer una biblioteca digital, o evocar volumen para que un botón paciera aun más botón. Por eso de hacerlo más pulsable.
Evocar como primer recurso ¿hay algo peor?
Hoy trece años después, habiendo montado tres empresas, he llevando estas ideas a todas ellas. Una guía hacía la esencialidad. Centrarnos en el problema (pero no cualquier problema), la esencia del problema. Pensar sobre la enfermedad no el síntoma. Enfermos de ornamento, enfermos de cosas que no son necesarias. Porque estamos de acuerdo que sin un buen diagnostico, no se puede encontrar la cura para la falta de compromiso estético, esa falta de compromiso con las decisiones que tomamos.
Suena todo muy abstracto, lo sé. Piensa, puedes tomar siempre dos caminos. Ser Norman Foster o Santiago Calatrava. Puedes comprometerte con la belleza sin faltar a tu compromiso (por ejemplo con el presupuesto) o mejor dicho, las restricciones. Puedes plantear ideas atemporales que busque pervivir y envejecer bien. Como se habla en el “Elogio de la sombra”. Puedes ser Foster o puedes ser Calatrava. Puedes crear sin mirar al mundo, sin pensar en los demás. Puedes proyectar para quienes habitan esos espacios, los espacios de las decisiones que tomas. Puedes diseñar puentes caros de mantener, difíciles de usar. O puedes decir que no. Puedes decirte que no, que no hace falta. Que esa copa sobra.
La elegancia está en el no. Puedes ser tan elegante como Foster o tan hortera como Calatrava.
Di que no a sobre pasar el presupuesto. No a diseñar con materiales que estén por encima de la función. No a no pensar en el futuro. No.
Es difícil que entiendas este texto sin haber leído antes a Adolf Loos o estudiar las obras de estos dos grandes arquitectos. Porque de eso se trata, este domingo no va de “cartas al fundador” va sobre mirar más allá y aprender a decir que no. A no seguir haciendo scroll y buscar en google “ornamento y delito” de adolf loos, o algún artículo de alguien enfadado con Calatrava, y usar esto para cuando tengas que tomar una decisión ¿esté siendo Foster o estaré siendo Calatrava?
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