Estoy de vacaciones. No podía no dejar la oportunidad de compartir un par de ideas contigo, las cuales llevo rumiando estos días entre olas y sol.
Por esto, déjame hablarte el día que estuve a punto de dejar el diseño por pensar que no era lo mio. Que no podía, que no tenía talento.
Está claro que la sensibilidad es algo que no es fácil de transmitir. De enseñar, de aprender. Voy a dar por sentado que tienes sensibilidad por aquello que estás mejorando, luchando o trabajando.
Sensibilidad por el negocio. Por el diseño. Por el producto. Por la escritura. Lo que tu quieras.
Si cierro los ojos puedo recordar perfectamente ese momento. Allá por el dos mil doce. Tenía veintidós años. Un chaval inseguro, que llevaba diseñando desde los quince y se creía bueno. Todo su entorno se lo había dicho. Qué importante es pedir feedback ¿verdad?.
Sin preguntar me vi sentado en una mesa, en un estudio llamado Hanzo, ubicado en Embajadores. En una bonita y confortable silla, tenía a uno de los mejores diseñadores de España sentado al lado a mio. Recuerda, tenía veintidós años.
Llegué con una camisa a cuadros. De leñador. De aquella estaba muy influenciado por el rollo surfero. Vestía como si fuero uno de ellos, pero en Madrid, sin olas y sin saber leerlas. Fuera de lugar y sin sentido, como un chaval de veintidós años en muchas cosas.
El caso es que, estaba diseñando mi proyecto de gran responsabilidad. Era lead designer, sí, de esos que eres lead de ti mismo.
Un proyecto llamado SamyRoad. Salimos en prensa y todo.
Días antes de querer dejarlo todo estaba diseñando una tarjeta de visita. Para mí esa tarjeta era lo era todo. Estaba en ese mismo sitio, sentado al lado del mismo diseñador. En sí, el trabajo consistía en coger todas las buenas decisiones que habían tomado otros y no liarla mucho. Poco espacio, instrucciones muy claras y un objetivo concreto. Que se pudiera imprimir, y que al hacerlo sirvieran para ser reconocida como trabajador de SamyRoad.
El feedback de Diego Blanco después de ver mi diseñoera muy bueno. Me fui a casa muy contento. Con el trabajo hecho y el corazón lleno. Porque aquellos que nos importa lo que hacemos, se nos llena el corazón cuando creemos que hacemos un buen trabajo.
Días después tenía una tarea más compleja. Era algo sobre interfaz de usuario. Para lo que no lo sepan, es aquello que pasa en las pantallas que usas.
Lo intentaba y lo intentaba. Miraba a un lado y a otro. El diseño es algo puñetero. Es fácil realizar un juicio rápido sobre lo que estás haciendo. O sobre lo que los demás están haciendo. Y como te dije antes, se trata de sensibilidad. No hace falta estudiar para saber que un vino está malo. A un lado tenía a Diego Blanco diseñando auténtica crema y al otro, un diseñador italiano que aparte de vestir muy bien, todo lo que diseñaba a Diego le parecía brillante.
Ya en un momento, en el que mi pantalla de veintisiete pulgadas(que no era mia si no de ellos) no podía esconder la falta de gusto, de sentido estético (pero en mucho sentido funcional) hacía claro lo evidente. Al menos por los que estábamos en esa mesa. Personas con sensibilidad.
Claro, como soy muy de abrirme, y de expresar lo que siento (cuando tengo confianza contigo), le dije a Diego que lo que estaba haciendo era una mierda. Que no servía para esto. Que era un insulto a nuestra profesión, que lo mejor era dejarlo y no hacerles perder tiempo. Ni a él ni a mis jefes. Que ese diseño jamás debió de verse, de existir.
Su reacción fue genuina. Cero condescencía . Cero amago de pena. Solo franqueza y objetividad. La que tiene ser de los mejores, saberlo, y ayudar a los demás.
Diego me dijo que no era un problema de saber o no saber. De valer o no valer. Que ya diseñaba y que no llegaba a malas decisiones, solo se trataba de un problema de referencias. Antes de decirme algo que sabía, me preguntó ¿cuántas veces al día miras referencias de diseño?¿Dónde miras referencias?¿Cuáles son tus referencias?
Así aprendí que mi problema era que tenía muy malas referencias.
¿Se acababa el mundo?¿Tenía solución? Claramente sí. Soy una persona obsesiva, y con esa frase, un par de referencias, su empatía y ánimo (a expensas de estar seguro de dejarlo todo en ese momento) seguí diseñando hasta que pude sacar algo decente.
Y puede que sea algo estúpido, y que incluso pueda sonar a rabieta de un crio de no más de veintidós años, pienso que me cambió la vida.
Aveces no se trata de talento innato. Se trata de que no sabemos recalcular la brújula. Que asociamos a nuestra sensibilidad una capacidad innata de saber atinar y la realidad es que las cosas que importan duelen y cuestan trabajo.
Antes de abandonar pregúntate si tus refencías son buenas. Si estás mirando en el lugar indicado, si te estás haciendo las preguntas correctas. No es una cuestión de remar más fuerte para coger la ola, el surf es una cuestión de saber aprovechar la energía del mar. Aquí lo mismo, no se trata solo de potencia de llegada, de talento, se trata también de saber preguntarte si tus refencías son las correctas. Si las preguntas son las correctas.
¿Qué libros lees?¿Quiénes son tus referentes?¿Qué música escuchas?
En otra ocasión hablaremos de hacernos las preguntas correctas. Hoy te dejo con esta idea. No es que seas malo, solo es que tienes malas referencias. Aprender a mirar o mejor dicho, aprendamos a hacernos las preguntas correctas.
Danny, que gran reflexión y regalo de reyes. Y que gran verdad saber buscar las referencias correctas (a veces no son las que todo el mundo aplaude) y también hacerse las preguntas correctas.
Me encantó tu post, gracias por escribirlo y espero que disfrutes las vacaciones.
Tu historia es genial y motivadora. Te continuaré leyendo ;)