Hoy busco entretenerte. Hazte un café y lee con calma. Allá vamos.
Estas semanas hemos hablado del dolor, o mejor dicho de nuestro umbral de tolerancia al mismo. Para con este superar retos y aprender. A su vez, hablamos de tomar decisiones y no permanecer inertes y avanzar.
Hoy me gustaría exponerte la diferencia entre nostalgia, melancolía y morriña. Y con ellas definidas y diferenciadas enfrentarnos al futuro con mejor actitud.
De eso se trata ¿verdad? Todos queremos crecer y avanzar.
Aunque suene extraño creo fielmente que nuestra comunicación interior marca el rumbo de nuestras decisiones. Las gafas con las que vemos el mundo son las palabras que usamos para definirlo y entenderlo.
Y de nuevo ves que cruzo líneas que tocan lo personal y profesional ya que creo que no se pueden separar. No puedo ser buen manager si no me cuido. Por ejemplo.
De lo que vamos a hablar hoy te servirá (como hago yo con la gente que mentorizo) para ayudarte a redefinir cómo ves ciertas situaciones, y en concreto como miras al pasado para crecer o como ayudas a otros a hacerlo. No te preocupes, si no gestionas equipos, debes gestionar la persona más importante en tu vida que eres tú mismo o tu misma.
Bien, llevo varios meses compartiendo mucho, y cuando digo mucho es mucho contenido en instagram ¿por qué? no sabría decirte pero es un hecho. Las personas con las que interactuo a diferencia de Twitter (mi red social favorito) intercambian ideas conmigo de forma distinta. Debe ser por eso de que hay “intimidad”, normalmente son respuestas a mis historias (por lo que esa comunicación uno a uno) dejan espacio para una reflexión más profunda sin miedo al juicio (más allá del propio entre dos personas).
Mientras tiraba unos trastos, cosas y recuerdos hice una foto que al rato compartí con una reflexión (me encanta documentar mi vida para luego mirar hacía atrás).
Las respuesta de la gente a cada una de ellas me sorprenden cada día. Por esto, hoy rompo su intimidad y comparto contigo mis historias y sus ideas, obviamente con el permiso de todos y todas.
Sin ninguna lectura nostálgica o melancólica aún por detrás (porque vendrás más adelante), pensaba sobre los recuerdos y el abandono. Sobre tirar o dejar atrás para recoger más adelante. O como dice el texto, aceptar esa ley de que el universo aborrece el espacio vacío, llenando siempre (así sea con aire) aquello que queda desprovisto de su contenido predefinido o inicial.
Tras esta foto, Marta comparte conmigo un fragmento del libro “Tao Te Ching” de Lao Tzu que dice algo así como que trabajamos con el ser, pero es el no—ser lo que usamos.
Con esto resuena en mí esa idea de vacío, de dejar o de mirar atrás (aun sin saber si es un impulso nostálgico o melancólico). Y me hace caer en cuenta que el vacío está en el futuro, y ese futuro lo intentamos llenar con el ayer. El pasado, pero ¿cómo miramos al ayer? déjame seguir profundizando ese contraste entre nostalgia y melancolía.
Como te contaba antes, al tirar cosas de mi casa nueva que ya no está nueva, ya que llevo un año aquí (aunque sigue siendo todo nuevo en A Coruña para mí) me preguntaba cuánto tiempo iba a estar aquí. Es decir, en la ciudad en la que vivo ahora.
Sin pensarlo demasiado, estaba triste. Triste ¿por qué? porque no sabía si me quería ir o quedar, y con esa emoción, no sabía qué iba a dejar atrás en el futuro. Madrid o A Coruña, o quizás las dos.
Y es que la resaca de los treinta y cuatro años me pillo fuerte. En este caso, el problema ya no es el “dónde voy a vivir” si no “qué tengo que decidir”.
Lucia, de forma muy acertada no solo me habla del problema de la opcionalidad si no de nuestra herencia cultural. De cómo la generación de nuestro padres, la que no pudo escoger, marca también ese vacío en nosotros ya que nosotros sí tenemos esas opciones ¿Estoy defraudando en parte, por no escoger bien? Por ende, no me muevo y tomo decisiones para no fallar ¿tiene sentido?
Y es que no solo Lucía pensaba sobre ello, si no otro compañero, en este caso Edorta, compartía (bajo su experiencia o creí entender así) el verse reflejado en mi decisión. Como siente que mi decisión, sí, la de vivir una vida más sencilla para otra persona se tornaría en hastío y tedio y en cambio para mí ha supuesto un auténtico mar (nunca mejor dicho) de nuevas experiencias y vitalidad.
Y volvemos al vacío, al abandono, a “eso” (que puede ser un corazón, una casa, un proyecto o una empresa) que una vez vacío se llena con cosas nuevas. Asumiendo, que el pasado es el contenido y el vacío es el futuro, y que el no-ser es lo que usamos, es decir, el pasado sirve para construir el futuro, me quería enfocar en cómo miramos al pasado.
¿Lo miras con melancolía o lo miras con nostalgia?¿Cómo miras al pasado? Y puede parecer banal pero aquí va la clave de la cuestión.
Por esto, le pregunté a mi amigo ChatGPT que enriqueciera esta conversación.
Si empezaba diciendo que las palabras y sus definiciones son el cristal del las gafas con las que vemos el mundo. Y si además me acompañas en creer, como yo, que el pasado es el contenido con el que construimos el futuro ¿por qué no pensar en cómo miramos al pasado?
Mira al pasado con anhelo, asumiendo que es eso. Pasado. Que NO es verdad que todo tiempo pasado fue mejor. Si no que solo fue. Que son recuerdos, experiencias. Que hay cosas por construir, que esos recuerdos te ayudan a construir pero que la melancolía NO te inunde con su tristeza y dudas. Ni tampoco la nostalgía que te aferra a que ya no volverás esas “cosas”. No dejes que el miedo a que no sea mejor te impida avanzar. Que la opcionalidad, la que heredas y la que crees que tienes no te impida vivir el momento presente.
Por eso opto por mirar al pasado con anhelo, pero sabiendo que es el contenido y lo que debo llenar, es el futuro, con más recuerdos y experiencias que me hagan mejor.
En una situación profesional esto lo aplico a diseñadores nóveles, esos que tienen prisa por ser ya grandes experimentados. Líderes de algo, siendo en su gran mayoría, líderes de ellos mismos toda su carrera. Lo que les impulso es que disfruten del momento de ser precisamente eso, aprendices, que no corran, que no se agobien con crecer, que disfruten de equivocarse y que además les paguen por ello.
A las personas más experimentadas les digo que no es tarde. Que es tarde si siguien esperando. Que aprendan, que fallen antes. Que tomen decisiones. Que el pasado no les pese, si no que sumen. Yo ya llego tarde para la IA, es decir, la inteligenica artificial. Pero mi pasado, ese contenido es el criterio, mi gusto, el porqué me van a pagar el día de mañana. Que se concentren en eso.
Y a mí, trato de decirme que calma. Hoy es A Coruña, mañana no lo sé. Pero vivir el momento presente es lo más importante. A disfrutar del proyecto nuevo, de los amigos, de la gente que estoy conociendo, que seguramente me permitirá escribir el libro del mañana.
Y es que se trata precisamente de eso. De vivir presente, porque el pasado es el contenido y el futuro el vacío. Lo importante ocurre en la mitad y si te fijas, en todo este rato juntos, apenas hemos hablado de ello.
Cierro con esta bella palabra que no compite con la nostalgía y la melancolía que es la “morriña”.
Y es que lo más bonito de este final, que nos trae Paula, es que te das cuenta de que cada uno le da poder y definición a las palabras como quiere. Está la RAE pero antes estás tú, están los cristales con los que miras el mundo.
Paula es del norte (yo creo que ya también un poco) y sabe seguro que ese sentimiento de ser de un sitio y querer volver.
Porque aunque me vaya alguna vez de A Coruña, esta ciudad ya será casa siempre (al menos de los recuerdos que se quedan aquí). Siempre tendré morriña.
Gracias por leerme.
Me ha gustado leerte. Cuando has vivido en diferentes lugares en los que has sido feliz es difícil saber donde quedarte, siempre se echa algo de menos. Como gallega que vive fuera, siempre estará, en parte, ese deseo de volver.