Como te he ido diciendo en otras cartas, busco entretenerte. Sí, busco que con estas cosas que te cuento puedas destilar ideas. Inspirarte, animarte a hacer, o mejor dicho, a decir que no, para poder con esto hacer cosas que realmente te importen.
Hoy, mientras escribo suena “Almost blue” de Chet Baker. Es una canción que me ha acompañado durante mucho tiempo. El azar me la trajo un día, no, no me presupongas un gusto exquisito para el Jazz. Todo lo contrario, seguro busqué en Youtube “Jazz para trabajar” y acabé ahí. Esa noche estaba haciendo un freelance (maldito proyecto verde). Mientras intentaba resolver un problema que no tenía ni idea cómo resolver, sonaba de fondo mi amigo Baker. Ponía este tipo de música para concentrarme, para entrar en “flow”. Esa noche era diecinueve de enero, víspera de mi cumpleaños. En ese momento vivía en casa de mis padres. Recuerdo estar en una llamada, con Alberto y Atala (creo que se apellidaba así). Bueno, se llamaban Antonio pero todos lo llamaban por su apellido. Ellos me preguntaban que cómo iba, que si había logrado avanzar. Claramente nerviosos, porque el cliente apretaba, y yo, que era el único que realmente hacía algo, estaba atascado. Ellos hacían “cosas”, supuestamente marketing, aunque nunca llegué a entender lo que hacían (he de decir que tampoco pregunté). El caso es que en un momento de la llamada, mientas sonaba la canción de fondo, al otro lado estaban mis padres. Eran las doce en punto. Mi cumpleaños. Estaban al otro lado. Con mi hermana, porque mi otra hermana estaba viviendo en extranjero (qué mujer tan valiente, como toda mi familia). Recuerdo hacer señas como que ahora no, que no era el “momento” (cuánto me jode ese momento), que estaba en una llamada “importante”. Aun recuerdo en sus ojos esa mirada de “no me importa esperar, estamos aquí por ti”. Y es que aunque no lo creas, los ojos pueden hablar, y tanto que pueden hablar.
Supongo que, recuerdo tanto esa canción por llevarme a ese momento, que ya ves tú, al final saqué el proyecto, gane pasta y me cantaron mi cumpleaños. Pero lo duro no fue estar currando el día de tu cumpleaños pasadas las seis de la tarde, lo duro fue ver tus prioridades delante (tus/mis prioridades de mierda).
La carta de hoy habla precisamente de esas personas que están al otro lado. La familia no la eliges, a los socios en parte sí. Al menos, tengo la sensación que yo sí lo he hecho. Y permíteme la licencia: qué buen ojo tengo.
La sociedad o las relaciones las enmarco en tres palabras: admiración, respeto y confianza.
No puedo ser tu amigo de verdad, pareja o socio si no cumples esas tres palabras. Más que cumplir, es que yo asocie esas palabras a ti. Y que de forma recíproca, yo te las provoque.
Es una idiotez hablar de tu media naranja. Lo que no es una idiotez es saber que el factor suerte, te va a tocar el hombro algunas veces en tu vida. Y cuando te encuentras con personas con las cuales conectas con estas tres palabras no las debes dejar pasar. Aunque grites, aunque llores, aunque te saquen de quicio, si al terminar sientes esto, hazme caso, trabaja para que se queden contigo.
Hoy es un gracias a mis socios, y ojo, futuras socias. Gracias por vuestra admiración, respeto y confianza. Porque sin la mezcla de las tres es IMPOSIBLE dirigir ninguna compañía. Es imposible llegar a acuerdos significativos, es imposible compartir la locura que significa, como decía en la carta de este miércoles pasado, apostar en contra de la estadística.
Estamos hecho para vivir en sociedad, sí, pero no nos enseñan a encontrar buenos socios en el camino.
No tengo un método infalible. La primera empresa que monté no funcionó. Y no lo hizo porque los socios no conectamos. Nos iba bien. Teníamos marca, buena calidad y clientes. Pero yo era un inmaduro, y Adri, una persona que iba a tres revoluciones por encima de mí. Me lastró la negociación de acciones, y mi forma (con veinticinco años) infantil de medir la calidad y el volumen. A los años le escribí para disculparme.
Cuando me senté con mi mejor amigo para hablar de las acciones, años después de mi primer fracaso emprendiendo (sí, mi mejor amigo y yo somos socios), le recalqué varias veces que se tenía que sentir cómodo. También le decía que no creía, y de hecho no creo, que debamos tener las mismas acciones. Alguien debe tener la última palabra, no por querer más poder sin más, si no por confianza. Lo que quiero es un compañero de viaje. Juntos nos hemos prometido crear una empresa, una empresa para cambiar cosas, y así fue. así es.
Sí, fallé en la primera, he fallado y quizás vuelva a fallar de nuevo. No puedes dar acciones porque yo tenga inseguridades en lo técnico, o porque crea que la ventaja injusta de la otra persona pueda complementarte. Es mejor dejarte el dinero que las acciones. Aun recuerdo la respuesta de una clienta a nuestra propuesta de hacer “product for equity”, nos dijo que antes vendía un riñón que dar acciones.
La sociedad es algo complejo, pero es algo que me hace sumamente feliz. Entregar acciones a personas que han sido empleados y ahora se convierten en socios es lo más cercano al éxito que conozco. Así fue con mi compañero, amigo y hoy socio Salvador Serrano. Poco se dice, hoy es quien comanda como CEO una de nuestras empresas. La que lleva mi apellido en el nombre: mendesaltaren. Salva le veo feliz y campante en la que hoy también es su casa.
Es una carta que me gustaría, que tú que me lees, puedas escribir el día de mañana. Estoy feliz, feliz porque esto se va a repetir en breves. Gente que me dijo sí, que se comprometió con una idea, que ha luchado incluso a veces más que yo, nos sentaremos frente al notario para decirnos sí, sí a compartir esta locura llamada empresa. Para aceptar que habrá momentos tensos, pero que esa firma cambia nuestra relación. De inquilino a propietario.
Y supongo que es eso. Cuando algo es tuyo, tu casa por ejemplo, es diferente a cuando vives de alquiler, esas cositas que quieres arreglar decides arreglarlas. De forma natural, sin sentirte mal. Sin miedo a que tus amigos te digan que qué haces arreglando la terraza si no es tuya.
Y aquí termino. Si eres dueño de una compañía, medítalo. Plantéate incorporar a socios o socias. No hay nada más bello como compartir el camino. No por “expertise” o necesidad, si no porque se trata de encontrar con quien trabajar cada día, con ahínco, y al verle, sentir admiración, respeto y confianza. Si lo logras, quédate con esas personas. Esas personas que están al otro lado. Sencillamente porque el camino es mejor cuando es en compañía.
En el “actionable” (que por cierto vuelto de nuevo a abrir plazas, solo ocho) hay una clase maravillosa de un amigo (el amigo es Dario), donde nos habla de como abrir un plan de acciones, ya sean “phanton” o “stocks options” para empleados. Si te interesa, investiga.
Buenos días, y buenas “admiración, respeto y confianza”. Si te ha gustado, compártelo con un amigo o tu gente.