El riesgo de no hacer nada
Por qué la falta de innovación es el verdadero peligro en diseño y negocio
Este fin de semana estaré por Barcelona, en el Blanc, un festival de diseño que siempre me ha gustado. Aunque me encanta hablar en público, debo confesarte que siempre me pongo un poco nervioso. Es como una mezcla de escalofrío y hormigueo en el estómago, que me recuerda que, en el momento en el que pierdes esa sensación, pierdes también la pasión por compartir. Espero nunca perderla. Sé que muchos de los que me leen no podrán asistir, y tal vez, te estés preguntando de qué voy a hablar. Pues bien, de algo que, aunque a veces no se hable lo suficiente, nos afecta a todos: el riesgo de no innovar.
Llevo desde el principio del año insistiendo en este tema, dentro de las empresas del grupo, hablando de lo importante que es no acomodarse. Porque, cuando una empresa se queda quieta, tiene dos caminos: o cambia para sobrevivir, o se queda donde está y comienza a morir lentamente. Y créeme, aunque pueda sonar alarmista, esto es algo que he visto de cerca. Estudios increíbles, con proyectos y equipos brillantes, que simplemente, no lograron adaptarse y desaparecieron.
En mi charla hablaré de dos grandes riesgos que he visto —y también vivido— muy de cerca:
Primero, está el riesgo de una estructura de costes descontrolada. Esto pasa cuando tus costes aumentan, pero mantienes el mismo ticket medio, y no renuevas el equipo con nuevas incorporaciones que aporten frescura. Lo que ocurre es que la empresa se vuelve insostenible.
Y segundo, está el riesgo de depender demasiado de grandes cuentas. Si tienes un par de clientes que sostienen la mayoría de tus ingresos, te arriesgas a que, si uno falla, todo tu negocio tambalee o incluso se venga abajo (sin contar la dependencia que eso conlleva).
Y aquí es cuando me pregunto, ¿quién querrá escuchar estas historias de terror? ¿De verdad una audiencia de diseñadores estará interesada en hablar de negocio? Yo creo que sí, porque sin entender el negocio, es difícil que podamos innovar de verdad. Podemos tener ideas increíbles, pero si no creamos una estructura que las sostenga y, no nos preparamos para adaptarnos, corremos el riesgo de quedarnos estancados.
En mendesaltaren, hemos estado experimentando fórmulas prácticas para no caer en esa trampa. Por ejemplo, una de las cosas que hemos hecho es replantear cómo organizamos los equipos. Nos dimos cuenta de que es fundamental que las personas que se incorporan, sin importar cuánta experiencia traigan, puedan aportar valor desde el primer día. Para eso, hemos desarrollado programas internos que les ayudan a adaptarse rápido, involucrarse en proyectos importantes y crecer junto al equipo desde el principio.
Otra estrategia clave ha sido la diversificación. No podemos depender siempre de los mismos clientes, así que hemos empezado a explorar nuevas formas de atraer proyectos y generar ingresos de forma más estable. Esto nos ha llevado a diversificar tanto los tipos de clientes con los que trabajamos como los servicios que ofrecemos. Nos hemos dado cuenta de que ya no vendemos solo diseño, sino también asesoría en producto y estrategia, lo que nos permite abrir nuevas puertas.
Y finalmente, uno de los cambios más importantes ha sido trabajar en alejarnos del modelo tradicional de precio por hora. Esa lucha constante por justificar cada minuto invertido es agotadora, tanto para el equipo como para el cliente. Así que, vamos a empezar a experimentar con modelos basados en resultados. Esto nos permite crear relaciones más duraderas con los clientes, donde el valor no se mide solo por el tiempo, sino por los resultados que conseguimos. En algunos casos, incluso hemos probado con modelos de suscripción, ofreciendo servicios continuos que aseguran una colaboración a largo plazo y un ingreso más predecible para la empresa.
Así que, aunque a veces pensemos que la innovación tiene que ver con grandes invenciones, la realidad es que muchas veces se trata de mejorar lo que ya hacemos, ya sea en los procesos, en cómo nos relacionamos con nuestros clientes o en cómo fortalecemos la cultura interna de la empresa. Porque la innovación no es un departamento; es una actitud que debe permear toda la compañía.
Si estás por Barcelona, ¡pásate por el Blanc! Me encantará hablar de diseño, negocio y de cómo podemos hacer que nuestras empresas no solo sobrevivan, sino que crezcan y marquen la diferencia. No se trata de complicarlo, sino de entender el riesgo de no hacer nada y, sobre todo, de tomar medidas prácticas para cambiarlo. Porque el futuro del diseño no lo decide la tecnología ni la inteligencia artificial; lo decidimos nosotros, las personas, las empresas y las comunidades que estamos dispuestas a innovar y a cambiar la forma en que creamos.