La vida, en general, no es fácil. Todos tenemos el poder de elegir qué tipo de dificultad queremos enfrentar. El matrimonio, por ejemplo, tiene sus dificultades, pero lo mismo ocurre con el divorcio. Mantenerte en forma exige esfuerzo, pero la obesidad también. Vivir endeudado pesa, y ser financieramente disciplinado, tampoco es sencillo. Emprender no es fácil, aunque quedarse en un empleo de nueve a siete —que odias— también tiene sus propios desafíos ¿Puedes escoger tu dificultad?
Es inevitable que haya dificultades, pero sí, podemos escoger dónde y cómo enfrentarlas. Al hacerlo, tomamos el control de hacia dónde nos llevan esas decisiones. Soy muy insistente con el tema del propósito, porque cuando tenemos uno claro, esas dificultades no son sufrimientos vacíos, sino, pasos que nos acercan a lo que realmente importa. Puede que no sea más fácil de inmediato, pero cada paso cuenta, y nos mueve hacia algo con sentido.
Así que, si ya has decidido en qué “dificultad” te quieres enfocar, la pregunta es: ¿cómo no complicarlo más de lo necesario? Aquí te cuento algunas ideas para hacer las cosas más simples mientras lidiamos con lo complejo.
Si echo de menos a alguien, no me quedo esperando: llamo. No dejo pasar el tiempo, porque a veces lo más simple —como una llamada— es lo más valioso. Si quiero quedar con alguien, no me lo pienso demasiado: invito. La diferencia entre que algo ocurra o no, suele estar en dar ese primer paso.
Si siento que no me entienden, en lugar de frustrarme, lo explico. No espero que los demás lean mi mente, prefiero hablar claro. Ser directo evita tantos malentendidos que vale la pena intentarlo siempre. Y si tengo preguntas, pregunto. No permito que la duda haga más pesado algo que podría resolverse con una conversación ligera.
Cuando algo no me gusta, hago lo posible por arreglarlo. Quejarse es fácil, pero hacer algo al respecto me devuelve el control. Si me gusta algo, lo digo. Es curioso cómo compartir lo positivo puede fortalecer relaciones, y, sin embargo, tantas veces nos olvidamos de hacerlo.
Cuando quiero algo, no me quedo esperando: trabajo por ello. Sé que no todo es sencillo, pero siempre es más satisfactorio moverse hacia la acción que quedarse en la duda. Y si amo a alguien, no me guardo lo que siento. Se lo digo. Los momentos pasan, y no vale la pena dejar las palabras sin decir.
Al final, la vida es un constante ir y venir de desafíos. Así son las reglas. Pero ser conscientes de qué dificultades elegimos enfrentar y encontrar formas sencillas de manejarlas, es clave para vivir mejor. Lo que me ayuda es, mantenerme enfocado, claro y directo. Escoger lo que realmente importa y no complicarlo más de lo necesario. Si algo no está claro, pregunto. Esa es mi fórmula. Me ayuda a no ahogarme en lo complejo y a centrarme en lo que de verdad tiene sentido.
Así que sí, elige tu “difícil”, pero no lo compliques. Las cosas son difíciles por naturaleza, no por eso tienen que serlo más de lo necesario.
Me gusta mucho el nuevo nombre que has elegido.
Bonita reflexión :)