Vaya si empezó fuerte septiembre. Esta semana que entra, mi editor me ha puesto deberes porque, sí, esto se ha puesto serio. Después de escribir dos capítulos del libro (y encontrar el tono), es hora de “dar cera y pulir cera”. Me repite una y otra vez: “Danny, te lo tienes que pasar bien. Aunque tengamos un contrato, el libro no sale si no estás contento con él, y eso se nota; se nota cuando te lo has pasado bien escribiéndolo”. Por ahora, estoy disfrutando del proceso, aunque me pasa como con el entrenamiento personal: soy un poco ansioso. Aunque se me esté saliendo el corazón por la boca, quiero más. Parar a respirar es necesario, coger perspectiva y volver de nuevo, ya sea haciendo ejercicios de fuerza o tomándome el tiempo necesario para asentar las ideas principales de cada capítulo.
Escribir es un hábito, como lavarse los dientes —tan higiénico y necesario—. El acto de escribir ayuda, en sí mismo, a clarificar ideas, limpiar y sintonizar, como dice Rick Rubin en su libro El acto de crear. Sintonizar con el caos (con el ruido, en mi caso) para transformarlo en algo que descanse en el “papel” y no en la inmensidad de tu mente. Soltar, liberar “RAM”, dejar espacio para otras cosas.
Esta semana, he abierto una cuenta de Instagram, comprado un dominio y creado una cuenta de Gmail. ¿No todos los proyectos empiezan así? Con la entrada del último socio —en mi nuevo proyecto—, celebramos y confirmamos que tenemos un bonito local en la encantadora Plaza de Azcárraga. Una plaza con un encanto especial. No puedo evitar recordar Madrid, cuando vivía entre la Plaza de la Paja y la de los Carros, en el barrio de La Latina. Ese paseo hacia la primera oficina de Mendesaltaren era tan inspirador: el silencio, la arquitectura, los árboles. La Plaza de Azcárraga no me recuerda solo por su estética, sino también por el olor de los nuevos comienzos, como si algo grande estuviera a punto de nacer.
Cuando empiezas algo, al menos yo, lo haces con un extra de energía, con la mentalidad del fundador. Jacobo (que, como ves, voy desvelando el nombre de mis nuevos socios poco a poco) me decía algo así como que lo sentía por escribirme un sábado. Estábamos peloteando ideas sobre el interiorismo, sobre si poner o no una cosa, sobre si contratar o no a alguien para que lleve la cocina. El caso es que la mentalidad del fundador —esa energía— te impide pensar si es buen momento o no para discutir ideas. Lo haces, saltas de una cosa a otra; la responsabilidad te empuja a estar presente. Y de eso se trata: de estar presente en cada detalle y decisión, y estar disponible para las ideas. Porque las ideas en sí no valen nada; la mentalidad del fundador te empuja a pasar a la acción.
Este domingo tranquilo te animo a que te compres un libro; el de Rick está muy bien. Que leas a
o , que traen su perspectiva sobre la mentalidad del fundador. O que, simplemente, pases un rato mirando cosas bonitas. Si tienes curiosidad sobre mi nuevo proyecto, te dejo el “are.na”; algo bonito, seguro encuentras. Algún día hablaré más sobre lo importante que es aprender a mirar, quizás en mi libro. Qué sé yo. Gracias por leerme un domingo más. Hasta la próxima.
La fotografía del cielo de A Coruña ❤️.